La necesidad de vínculos afectivos y sus huellas imborrables

  • La capacidad de formar vínculos nos hace humanos. Nos brindan un sentido de seguridad, apoyo y pertenencia.
  • Las experiencias dentro de nuestras relaciones, edifican una parte importante de nuestra personalidad.
  • En nuestro mundo acelerado, es fácil olvidar la importancia de los lazos emocionales. Sigue leyendo para conocer como influyen en nuestro desarrollo y por qué son esenciales para nuestra salud mental y física.

Seres Humanos, Seres Relacionales

Si hablamos de vínculos afectivos, hay que tratar de vivenciarlos.

Te invito a un sencillo experimento.

«Piensa en una persona que haya sido emocionalmente importante en tu vida. Permítete un momento para evocar algunos recuerdos. Cierra los ojos. Obsérvate.»

Seguramente los recuerdos provoquen alguna sensación en el cuerpo. En la boca del estómago, en el pecho, en la garganta, en la cara… Tal vez en forma de presión o cambio de temperatura; ligero o intenso; agradable o desagradable.

Poner en palabras ese lazo interior, es hablar de amor, cuidado, ternura, cariño; o de necesidad, dependencia, nostalgia; en otros casos, de odio, rabia, dolor. El vínculo afectivo o apego es como un puzzle emocional con piezas distintas.

Por ejemplo, el júbilo ante un reencuentro esperado. Sentir calidez en la cercanía de alguien que valoramos. La desesperación cuando nos sentimos abandonados por seres queridos. La melancolía en las huellas de nuestros recuerdos.

Todas son expresiones universales de la interiorización de los vínculos afectivos. El vínculo se forja en la mente y cuerpo: en las emociones, en nuestros pensamientos, en forma de recuerdos y deseos.

¿Por qué formamos vínculos?

El ser humano existe en y con relación a otros.

Una de las necesidades más importantes de la experiencia humana, es el impulso a la conservación de un vínculo afectivo fuerte con otras personas.

La herencia evolutiva nos empuja a estar en contacto, no solo por ser una especie sociable, necesitamos los vínculos emocionales para poder sobrevivir.

El cerebro de los mamíferos incorporó comportamientos sociales, desarrollando un sistema afectivo-social. El desarrollo neurobiológico permitió formar vínculos estrechos con otros congéneres y actuar cooperativamente.

Fue decisivo para la supervivencia de nuestros antepasados, por necesidad de cohesión grupal y de protección mutua.

Para nuestra “herramienta” evolutiva más sobresaliente, pagamos el precio de la maduración más lenta del reino animal. Con crías vulnerables por más tiempo, se necesita una conexión que asegure la conservación durante el crecimiento. Dependemos de otras personas que nos cuidan y protegen.

A lo largo de la vida, en condiciones favorables, las relaciones tienen la capacidad de nutrirnos psicológicamente. Encontramos refugio y seguridad, apoyo y cuidado, nos alimentan de afecto.

Algunas son un motor de vitalidad y aprendizaje. Cincelan nuestra autoestima, ofreciendo aceptación, comprensión y validación. En pareja, también ofrecen una profunda intimidad y goce sensual. Múltiples necesidades se calman en una misma fuente.

Niña sonriendo y feliz, valores humanos. Vínculos afectivos

¿Cómo nos influyen los vínculos afectivos?

Sus huellas se remontan a nuestra infancia.

El cerebro de un bebé está programado para ser social. Esta “programación” permite satisfacer sus necesidades fisiológicas y afectivas (seguridad, amparo, afecto, miedo, hambre, dolor, soledad, etc.).

Venimos equipados con una amplia gama de recursos (sonrisa, imitación facial) que permiten la socialización nada más nacer. Especialmente con la madre.

El bebé nace inscrito en un entorno social que permite su desarrollo. La relación con Otros significativos construye la mente y quienes somos.

Esta cercanía emocional tan estrecha forma un vínculo afectivo único con nuestros progenitores o cuidadores. Este escenario y sus vicisitudes nos marcan toda la vida. La calidad, sensibilidad y presencia del cuidado de las figuras de apego nos influyen profundamente.

“En condiciones favorables, las relaciones tienen la capacidad de nutrirnos psicológicamente. ”

En esas condiciones (buenas o malas), se desarrolla lo que será nuestra personalidad. Además, generan los recursos psicológicos e interpersonales, así como conocimientos y creencias sorbe la realidad.

Todo ello nos permite adaptarnos. La genética no asegura nuestro desarrollo evolutivo por sí sola: depende de la red social.

En etapas adultas, muchos problemas relacionados con la salud mental están asociados a las experiencias dentro de los vínculos afectivos, destacando los trastornos de personalidad y las dificultades emocionales e interpersonales.

Cuando hay experiencias de vínculos seguros, el organismo y nuestras emociones, sencillamente, funcionan mejor.

La regulación afectiva y la sintonía adecuada promueve un cuerpo y una mente más estables desde la infancia. Durante la maduración, son el sustrato de la construcción de nuestra identidad y autoimagen.

Características de los Vínculos afectivos

· Forman una importante parte de quienes somos.

Los intercambios en las primeras relaciones del niño, son un eje psicológico básico. Florece la futura personalidad, autoimagen, sexualidad, formas de relacionarse, capacidad de regular, y entender emociones propias y de los demás.

Sin embargo, también son un punto de inflexión para nuestras mayores dificultades psicológicas y emocionales. Son el origen de muchas de nuestras fragilidades.  Pueden dejarnos en un estado de vulnerabilidad cuando se rompen o las perdemos.

· Existen distintos tipos de vínculos afectivos.

Existen tantos tipos de vínculos afectivos como personas existen en nuestras vidas.

Se pueden clasificar de múltiples formas: desde el grado de afecto e intimidad, la familiaridad, al ámbito social al que pertenecen.

· Los vínculos aportan una seguridad básica.

Algunas nos enriquecen psicológicamente, mientras que otras pueden llegar a ser cáusticas e intoxicarnos afectivamente. Sin embargo, los lazos afectivos son nuestro mayor escudo en la vida.

Imagina una cebolla partida por la mitad.

Podrías observar sus distintas capas. Su pedúnculo floral sería tu representación frágil al venir al mundo. Las capas internas son los vínculos afectivos más importantes, aquellos que más te “cubren”. Los padres o una pareja estarían ahí representados.

A medida que nos alejamos al exterior se sitúan otros familiares (abuelos, hermanos, tíos, etc.), así como amigos cercanos, u otras personas que queremos y valoramos.

Nos permiten lograr un estado emocional de seguridad y un sentido de estabilidad. De alguna forma, a pesar de nuestra autonomía o independencia, nos siguen arropando en la vida. 

· Tenemos capacidad de seguir generando nuevos vínculos.

Si las personas de las capas más internas no están disponibles para el niño, se desplazan por necesidad hacia otras personas.

Aunque su protagonismo es mayor, especialmente en la infancia, podemos seguir formando fuertes vínculos afectivos con otras personas. El vínculo afectivo de pareja se suele convertir en la capa más relevante en la etapa adulta.

Después de la infancia, cada capa, todos nuestros vínculos afectivos, de distinto tipo e importancia, son un apoyo ante las adversidades.

· Los vínculos afectivos crean esquemas mentales.

El lazo afectivo puede ser observable con gestos de cariño o la comunicación, pero es algo psicológico e interno. Tiene forma de sentimientos, memorias, deseos, expectativas…

Son un molde que configura nuestra forma de sentirnos en el mundo, respecto a lo que esperamos de los demás, y como nos relacionamos con nosotros mismos.

Por ello, generan filtros mentales o esquemas internos: plantillas que influyen en la percepción e interpretación de las experiencias sociales y psicológicas.

Simbólicamente, son mapas emocionales con los que nos orientamos (o desorientamos) en la vida.

Conclusiones

La herencia evolutiva de nuestros antepasados, influye en nuestra mente. Formamos vínculos afectivos porque nos dan un sentido de seguridad y pertenencia. Nos ayudan a sentirnos amados y valorados, nos conectan con los demás. Otorgan identidad y sentido de propósito.

A pesar de la importancia de los primeros vínculos afectivos, dichos mapas no son inquebrantables. Si viviste un entorno problemático, con carencias o fallas, las relaciones a lo largo de tu vida siempre te ofrecerán una nueva oportunidad de sanarte. Las relaciones sanas, seguras, respetuosas, permiten un espacio donde moldear los mapas emocionales y poder liberarte de los lastres que las huellas de tus vínculos pasados dejaron.

Estas condiciones son ofrecidas dentro de la psicoterapia, una opción que aporta una seguridad e intimidad, para reflexionar y cambiar dichos esquemas cuando son disfuncionales.

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